Acabando el siglo XVIII, Málaga se encontraba en plena expansión
comercial y su puerto comenzaba a ser un referente en al mundo. Las antiguas
defensas y baterías dejaban de ser útiles, porque había quedado atrás la época
de los continuos ataques de los piratas berberiscos y otras amenazas similares.
La Junta de Fortificaciones y Reales obras de la Plaza de Málaga, por medio
de soberanas resoluciones fechadas en 15 de noviembre de 1784, 28 de febrero y
12 de diciembre de 1786; autorizó a vender las Murallas Viejas de la ciudad y
otros sitios convenientes para “hermosear la población”. Y con este objetivo
dispuso la Real Junta el derribo de la entonces conocida como “Puerta de los Siete
Arcos”, construida en 1622 como puesto adelantado al Castillo de los Genoveses,
por el que fuera obispo de la ciudad don Luis Fernández de Córdova; por lo que
también era llamada esta puerta “Torreón del Obispo”.
Por ella se accedía desde el
muelle viejo al muelle nuevo y su embarcadero, y se derribó con objeto de
despejar el acceso al nuevo paseo de la Alameda; y al mismo tiempo proceder a
la venta de los trozos de Muralla vieja que quedaban por enajenar.
Según constaba en las Reales resoluciones citadas, los dueños de casas
colindantes eran preferidos para estas ventas. Don Juan Prolongo, guarda-almacén
que era en la batería del Muelle de Levante, y su mujer doña Ana Pacheco; eran
propietarios de una casa situada en la entonces existente Plazuela de San Juan
de Dios, junto a la muralla, y al saber que trataba de venderse, usó de su
preferencia y presentó solicitud para adquirir la parte que estaba frente a su
casa. Y viendo la Junta que era la única que estaba adosada a la muralla se le
autorizó a que derribase el trozo que tenía justo en frente, sin excederse de
lo que se encuentra entre cubo y cubo, ya que el espacio ocupado por estos,
habría de quedar para desahogo y beneficio público.
Como los costos de la demolición del muro y cubos superaba en mucho el
valor del terreno que debía ocupar don Juan Prolongo, se le dio el terreno en
compensación por estos gastos y en él construyó una nueva casa que unió a la
que ya tenía con fachada a la Plazuela de San Juan de Dios, quedando una puerta
a la dicha plaza y otra al Muelle, delimitada la nueva casa por ambos laterales
con la muralla.
Poco podía imaginar don Juan Prolongo por estas fechas, que años más
tarde, sus descendientes montarían en Cártama la más importante fábrica de
embutidos de la provincia; aunque ya este predecesor mostraba dotes de iniciativa
y visión de futuro.
Era además propietario de una
hacienda de campo en el partido rural que llamaban “Majadas Llanas”; a la que
se dirigía el 24 de agosto de 1800, cuando fue sorprendido por unos bandidos
que le asesinaron con armas de fuego.
Como no había dejado disposición testamentaria, ni descendientes
directos, fueron declarados por sus herederos su viuda, doña Ana Pacheco, y
hermanos, Antonio, José, Gertrudis y Gerónimo Prolongo; todos hijos de don
Bartolomé Prolongo y doña Josefa Icardo. Una vez hechas las particiones, don Antonio
y don José Prolongo compraron sus respectivas partes a al resto de herederos.
Puerto de Málaga en 1838. |
Ya en el siglo XX y siguiendo un proyecto presentado por el Conde del
Guadalhorce por las primeras décadas, estas casas serían derruidas en los años
40, para que quedasen unidos en línea recta la Alameda y el Paseo del Parque,
tal como hoy los conocemos; pero sólo a don Juan Prologo Icardo cabe el mérito
de haber abierto Málaga al mar a través de las murallas musulmanas, y sembrar
la semilla de la futura Acera de la Marina.
Proyecto del Conde del Guadalhorce, publicado en 1928. |
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