martes, 23 de julio de 2019

HISTORIA DE LA SIERRA DE GIBRALGALIA.


         Topónimo puramente árabe, cuya raíz se repite por toda la geografía española (Gibraltar, Gibralfaro, Gibralmora, etc.), puede traducirse como “sierra alta” (Yabal al-alya). Aparece por primera vez en el deslinde del condado de Casapalma, ocurrido en 1493:
         “…por do va una senda aguas vertientes al camino de Álora, que va de Álora, e aguas vertientes Casapalma e cabo del dicho lomo de tierra entre unas palmas en derecho del atalaya de la sierra de Gibralgalia de lo más alto e dexando la dicha sierra de Gibralgalia a la mano izquierda volvió por un lomo abaxo de unos buhedales sobre la mano derecha en derecho de la dicha atalaya y del dicho mojón yendo por la loma adelante aguas vertientes al rio de Caçarabonela faciendo dos boltezuelas en el dicho deslindamiento e loma sobre la mano izquierda fasta dar en un cerrillo que se dice Fechahacen a do se hizo otro mojón de tierra e una piedra en medio soterrada.” Un texto escrito el 17 de diciembre de 1493 y que describe fielmente los cerros más altos de esta sierra.
         A partir de esta fecha queda integrada en el señorío de Casapalma, hasta que con la abolición de los señoríos pasa a formar parte del término de Cártama en 1812, tras un pleito con el vecino municipio de Coín. Entonces no se hace distinción ente los habitantes, pero es evidente que ya está habitada la sierra de Gibralgalia porque el padrón de aquel año ya recoge familias como los Carrasco, Navarro, o Vázquez que aún hoy perduran.
         Con la creación del municipio de Pizarra en 1847, a partir de tierras tomadas de los de Alora y Cártama; la sierra de Gibralgalia queda aislada y unida a su término tan sólo por la carretera de acceso.
         Su población se compuso de vecinos llegados de todos los municipios cercanos. Estos primeros pobladores tuvieron la libertad de poder cercar un pequeño trozo de tierra en el que construir sus chozas aprovechando los recursos del entorno; el resultado eran unas viviendas con paredes de piedra, habitaciones cortadas con cañas y barro y cubierta de palmas. El perímetro circundante era reservado para el ganado de pastoreo, gallinero y huerto, denominándose localmente “rancho” a todo el conjunto, de donde nace la barriada de “los Ranchos”.

         La población se crea y expande a partir de un camino de herradura, a los lados del cual se van concentrando las chozas hasta llegar a convertirse en la actualidad en la calle principal, actual calle “el paseo”. A partir de esta salen otras laterales sin orden alguno, adaptándose a la orografía o los límites de las propiedades.
         Durante muchos años este fue el paisaje normal en Gibralgalia, hasta que alguien se atrevió a colocar en la cubierta de su casa la teja de barro cocido, algo que por primera vez se veía en la zona; desde entonces esta barriada en expansión seria conocida como “barriada de casa teja”.
         La última de las barriadas en crearse sería “la peluca”, que en la década de los años 90 aun carecía de luz eléctrica en las casas.


         La consolidación como aldea llega cuando el Padre Tiburcio Arnaiz, durante un viaje a Yunquera, se fija que hay numerosas casas diseminadas en un monte que divisa por el camino, pero no distingue entre ellas ninguna iglesia. Preguntó entonces a su acompañante que pueblo era aquel, el cual le informó que se llamaba Gibralgalia y que allí no llegaba quien los confesase ni siquiera una vez al año, ni tenían cura ni conocían a Dios; eran cristianos porque sí, porque bajaban los recién nacidos a Pizarra para bautizarlos, dos horas de camino en bestia, lo mismo acorría cuando se casaban, y allí también llevaban sus muertos para darles sepultura, sería el año 1920.
         Hasta entonces los oficios religiosos se venían haciendo en una casa particular conocida como “casa del colorao”, propiedad de Antonio Berlanga Pacheco, conocido como “Antonio Martín”.


         En enero de 1921 fue llevado el Padre Arnaiz a Pizarra por los Condes de Puerto Hermoso para preparar la entronización del Sagrado Corazón en la sierra de Gibralmora. Aprovecha la ocasión para organizar una visita a la sierra de Gibralgalia acompañado de los Condes y el cura de Pizarra, ocupando el día entero en catequizar, predicar y confesar, con tal aceptación que de vuelta a Málaga le pareció urgente poner en marcha un plan de catequistas y maestras rurales voluntarias. Después de mucho esfuerzo, al año siguiente, enero de 1922, se presentan en Gibralgalia tres señoras pertenecientes a las llamadas “doctrinas rurales”, entre las que se encontraba doña María Isabel González del Valle, y a las que el Padre les había dado como primer objetivo y consigna, la de desterrar de aquel lugar la blasfemia.
         Nada más llegar a la sierra alquilaron una de las pocas casas existentes, ya que la mayoría eran chozas, y en ella se instalaron y destinaron parte de la misma para escuela, pero pronto se quedo pequeña y hubieron de alquilar otra. Las clases se impartían de ocho a once de la mañana para los niños, de tres a cinco de la tarde para las niñas y tras ellas las mocitas, y de ocho a diez para los hombres. Los jueves se desplazaban al cercano barrio de Las Casillas, daban catecismo para las casadas y visitaban los enfermos; el domingo lo ocupaban en bajar a Pizarra a oír misa y comulgar, cuatro horas de viaje en caballería.
         El propio padre Arnaiz reconoce que lo sacrificado de la caminata de los domingos llevó a estas señoras a solicitar del señor Obispo la concesión para habilitar una capilla decente.
         El templo fue construido con la ayuda de todos los vecinos, incluso colaboro el señor conde de Pizarra. Una vez acabada fue inaugurada la capilla en 1922, por la directora de todas las misioneras, doña María Isabel González del Valle.

         Durante los años 30 se le construiría el Cementerio, lo que supuso el que quedara dotado de otro importante equipamiento para el vecindario.
         Celebra sus fiestas el 24 de junio, en honor a su patrono, San Juan Bautista; y en las mismas se hace patente una de las más antiguas aficiones locales, el día del Caballo. En la actualidad es una población con entidad propia, con monumentos muy personales como su Iglesia, sus fuentes, y sus casas históricas; incluso me consta que algún vecino está en disposición para montar un museo dedicado a la historia local.





miércoles, 12 de junio de 2019

LA CERES DE CÁRTAMA, HISTORIA, INVESTIGACIONES E INTERPRETACIONES.


         Por increíble que parezca, aun hoy día hay ocasiones en que es necesario explicar la importancia de un hallazgo arqueológico. Y la mejor oportunidad para hacerlo es hablar de la escultura de la diosa Ceres de Cártama.
         La primera interpretación que se puede hacer del estudio de semejante hallazgo es la de que se trataba de un culto bastante arraigado en nuestras tierras; el cual tiene su origen en la adoración a su homóloga, la Deméter griega.
         Los romanos adoptaron la adoración de Ceres durante la hambruna del 496 a d C., de su equivalente griega, ya que, para los griegos representaba la tierra fértil lista para la siembra.
         Ceres o Deméter, era hija de Rea y Crono, que la tragó y luego la regurgitó. Esposa de su hermano Zeus, con el que tuvo a Perséfone. Con Posidón tuvo al caballo Arión; y con Lasión a Pluto.
         Cuando su hija Perséfone fue raptada, Deméter la escuchó gritar y recorrió la tierra buscándola, vestida de luto y alumbrándose con dos antorchas, durante nueve días y nueve noches, sin descanso, sin comer y sin bañarse. Su raptor, Hades, bajó a Perséfone al infierno, donde la engañó para que comiese un grano de granada, y de esta forma, como según la mitología quien come en el infierno ya no puede salir de él, consiguió asegurarse de que no saldría de allí.
         Pero como Zeus vio que Deméter sufría por la falta de su hija, hizo un acuerdo con Hades para que Perséfone pasase bajo tierra un tercio del año y el resto en el Olimpo con su madre y los otros dioses.
         Cuando por fin se reunieron madre e hija, fue tanta la alegría que Deméter hizo que los campos fuesen fértiles mientras se encontraban juntas, pero cunado Perséfone bajaba a los infiernos, se sentía tan sola que el hielo y el frio se apoderaban de la tierra.
         Esta no es más que una de las muchas leyendas de las que se componen la mitología griega; que hoy nos puede parecer demasiado fantasiosa, pero en su época fue suficiente para que fuese la patrona de Enna, en Sicilia; que conmemoraban anualmente la salida de Ceres en busca de su hija, recorriendo por las noches calles y campos en una especie de romería en la que los participantes portaban antorchas y daban gritos llamando a Perséfone.
         Atenas tenía dos fiestas solemnes en honor a Deméter: una llamada Eleusinia y otra Tesmoforia; en las que se sacrificaban cerdos debido a los daños que causaban en los frutos de la tierra, y se hacían libaciones de vino dulce.
        En otros lugares Ceres era horada y festejada en el mes de mayo en las fiestas llamadas de Ambarvalia, con procesiones en las que las mujeres vestían ropas blancas propias de los hombres, mientras estos quedaban como meros espectadores; y para que la festividad fuese agradable a Ceres no podían asistir a ella nadie que estuviese de luto.


         Existieron cultos similares en muchos más lugares, pero siempre dedicados a la fertilidad que Ceres concede a la tierra, de donde derivó el nombre de “cereal”.
         Es difícil el saber con exactitud cuál era el ritual que se practicaba en Cártama para esta celebración, pero la sola existencia de la escultura deja claro que alguno se celebraba. Si tenemos en cuenta que la escultura no está tallada por la espalda podemos interpretar que se encontraba adosada a un muro, que, por la calidad y perfección de la misma, sólo podía ser un templo o un edificio céntrico de significada importancia. En cualquier caso, tras estudiar el terreno donde se produjo el hallazgo, no pudo ser aquel el lugar original, ya que no se han encontrado restos de la suficiente potencia como para que los albergasen, así que en algún momento debió haber sido traslada allí desde otro lugar, que fácilmente pudo haber sido la ciudad de Cartima, teniendo en cuenta los restos encontrados y que otros similares se encuentran bastante lejos.


         La tradición se celebraría de forma oficial hasta que, en el concilio de Nicea en el 325, Constantino I El Grande, declarara religión oficial del imperio el cristianismo, pero como las tradiciones son difíciles de desarraigar del pueblo, esta se seguiría celebrando al menos hasta el reinado de Teodosio I, que falleció en el 395.
         Como quiera que fuese, la pieza ha permanecido enterrada más de mil seiscientos años; hasta que, en 1929, durante los trabajos de recopilar piedras para fabricar paredes, Miguel García Pérez y su suegro Alejo García Cerón, junto con otros trabajadores contratados, la encontraron por casualidad.
         En un principio no le apreciaron nada especial, al encontrarse boca abajo y enterrada la mayor parte de ella, incluso desayunaron aquella mañana sentados sobre la piedra. Pero al decidirse a extraerla de la tierra para fragmentarla y utilizarla se dieron cuenta que ocultaba una hermosa talla.
         Miguel García Pérez había nacido en Alhaurín el Grande en 1901, hijo de don Francisco García Villasana y de doña Rosalía Pérez Sánchez, una de las más notables familias de la vecina localidad; el señor García Villasana era súbdito de la ciudad de Nueva York, terrateniente, empresario y además gozaba del privilegio de ser “Caballero Cubierto ante el Rey”; lo cual nos da una idea del nivel social y cultural de esta familia. Josefa García Cordero había nacido en 1905, también en Alhaurín el Grande, hija doña Isabel Cordero Rueda y de don Alejo García Cerón, el cual fue en 1914 heredero junto a sus hermanos de una finca de más de 17 fanegas de tierra en el partido de Fahala, que pasó a ser conocida como “Finca de los Alejo”.


         En 1929, cuando aún eran novios Miguel García Pérez y Josefa García Cordero, Miguel fue a trabajar junto a su suegro Alejo, en un pozo de nueva construcción en el lugar conocido como “haza de la calera”, junto a la “loma del negrillo”, que, para los que no conozcan el terreno, se encuentra a espaldas del actual restaurante Los Cabales, en la carretera de Cártama a Coín. Junto a otros trabajadores se encontraban sacando piedras para construir la casilla del pozo cuando encontraron una que podría serles útil; a simple vista no se observaba nada especial más que una simple piedra, que al estar semienterrada era necesario extraerla de la tierra para que pudiese ser manejada, y con esta intención los hombres clavaron en tierra sus barras de hierro para extraerla, con la gran sorpresa al darle la vuelta y salir de la tierra la parte que se encontraba enterrada, de que se trataba de una bella escultura de la cara de una mujer, pero con la mala suerte de que una de las barras hiciese fuerza entre la nariz y el labio superior, causando su rotura en esta zona.
         En aquel momento podrían haberla hecho trozos para con ellos construir un buen trozo de pared, y con esto fin de la historia; pero Alejo, el suegro de Miguel, hombre con unos conocimientos y cultura heredada de su padre, supo valorar el hallazgo y mandó traer del cortijo una carreta, a la que con gran trabajo entre todos la cargaron y trasportaron a la finca, a unos cinco kilómetros aproximadamente, donde fue colocada junto a la puerta de entrada, lugar donde nadie pudiese llevársela, reservada de golpes y poder ser vista y disfrutada, como se aprecia en la foto.


         Miguel García Pérez y Josefa García Cordero contraerían matrimonio el 28 de mayo de 1930 y con el tiempo tomarían posesión de la finca, incluida la escultura. Con los años llego a ser conocida la existencia de la pieza, hasta que llegó a oídos del artista cartameño, don José González Marín, que según cuenta en sus escritos el hijo de este matrimonio, don Francisco García García, en varias ocasiones intentaría hacerse con ella, pero siempre se opuso su padre a que se la llevase.
         Pero llegó la guerra civil española y con ella sucesos muy dramáticos para los españoles. Miguel García Pérez fallecería el 30 de octubre de 1938 con 37 años, a causa de una enfermedad crónica contraída a consecuencia de haber tenido que trasladar los cadáveres de personas ejecutadas y expuestas a la intemperie varios días, con lo cual Josefa García Cordero quedó viuda y con dos hijos pequeños; a esto había que añadir que un hermano de Josefa falleció en el frente y nunca pudo ser localizado su cuerpo, ni tan siquiera pudieron saber con seguridad si fue en el frente del Ebro o en el de Guadarrama; y otro de sus hermanos regresó de la guerra habiendo perdido un dedo.
         Al igual que ocurriese a miles de familias españolas por aquellos años, la perspectiva de una dura posguerra, con escaseces y lutos no eran nada esperanzadoras, con lo cual, cuando un día de 1939 llegó una carreta al cortijo de los Alejo, con el encargo de que tenía que llevar “la muñeca” a casa de don José González Marín, Josefa no se negó a ello, porque en aquellos momentos eran otras sus prioridades.
         De esta forma, pasaría la escultura diez años en casa del artista, hasta que, en 1949 le es entregada al exgobernador Civil de Málaga, don José Luis Arrese Magra; el cual, según la biografía que de él recoge wikipedia, para este año ya no sólo no era Gobernador de nuestra provincia, sino que: “en el verano de 1945, con la derrota de la Alemania nazi, Franco realizó numerosos cambios en la administración y el gobierno: muchos falangistas germanófilos perdieron sus puestos y desaparecieron de la escena política. Este fue el caso de Arrese, que fue cesado en la jefatura del partido único y salió del Gobierno. Tras su destitución, Franco no nombró sucesor y el cargo de secretario general quedó vacante. Pasó varios años en el ostracismo político, sin ocupar ningún cargo de importancia.”
         A la colección personal de este señor ha pertenecido desde entonces, y en 1970 adquiere un edificio conventual en su localidad natal de Corella, donde inaugura su museo en 1973, en el que se expone nuestra Ceres, además de otras piezas arqueológicas de distintas procedencias y gran número de obras de arte.

         En 1956 el profesor José María Blázquez Martínez, catedrático emérito de Historia Antigua y académico numerario de la Real Academia de la Historia, en un trabajo publicado en la revista “Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones”; tras comparar la talla a otras, dentro y fuera de la península, llega a la conclusión que pertenece al periodo del emperador Adriano (76 d. C. – 138 d. C.), sucesor de Trajano, ambos de origen hispano y fue tallada en Argel. Concretamente es de fecha posterior al año 129, según nos dice este autor, por la tipología de la talla del ojo; lo cual nos permite fechar aún mejor la escultura para poder afirmar que entre el 129 d. C. y el 138 d. D. fue tallada en Argel y trasladada a Cártama, como diosa de la agricultura, junto a la que se celebraría la festividad romana de Háloa; fiesta de origen heleno en la que se venera a la diosa Ceres en su manifestación de campo labrado preparado para la siembra.
         De pertenecer a una escultura de cuerpo entero, teniendo en cuenta la proporción del rostro, debió tener una altura de 3,80 metros; aunque no es posible comprobar si se encontraba de pie o entronizada (sedente, como las famosas matronas también encontradas en Cártama), al igual que su hermana que le sigue en importancia y calidad, que se encuentra en el Museo Arqueológico de Mérida y de similares características en el trabajo del tallado, pero aquella formaría parte del “Frerte escénico del Teatro”.


         Termina su estudio el profesor José María Blázquez, afirmando que la cabeza de Ceres de la colección Arrese “honraría cualquier museo del mundo” ya que “es la mejor, dentro de su clase, de las halladas hasta ahora en España.








martes, 11 de junio de 2019

Orígenes de los ALARCÓN LUJÁN de Málaga.



   

                         DESDE CÁRTAMA PARA MÁLAGA Y EL MUNDO.

                                             


         A menudo afirmamos que una familia tiene su origen en una determinada localidad, tan sólo porque allí nace su apellido; sin embargo, todos sabemos que las raíces de las personas son mucho más extensas, hasta el punto de llegar a perderse y ser imposible continuar la escala hacia atrás. Por esta razón no me atreveré a afirmar donde tiene su origen la familia que nos ocupa en este trabajo, pero sí puedo decir de donde procede el apellido ALARCÓN que tantos hijos ilustres y protagonismo a dado a Málaga.

         Procedente del topónimo “Alarcón”, población de la provincia de Cuenca. Su etimología hace referencia al árabe, con el significado de “recodo” o también “vuelta al camino”; sin embargo, su existencia se registra sobre todo en la zona valenciana.     


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         Durante el siglo XVI ya nos constan varias familias de este apellido en la provincia de Málaga, pero en la que nos ocupa, nos hemos podido remontar hasta el malagueño pueblo de El Borge.

         Alonso Alarcón de Castilla, nacido en Antequera en 1545, casado con María López; fueron padres de:
         Pedro Alarcón de Castilla y López.
         Cristóbal Alarcón de Castilla y López.
         Alonso Alarcón de Castilla y López, continuador de la línea familiar. Bautizado en El Borge en julio de 1588. Casado en la misma localidad el 1 de enero de 1616, con Isabel Muñoz Heredia. Fueron padres de:
         José Alarcón y Muñoz, natural de El Borge, donde fue bautizado el 2 de junio de 1628. Casado en la misma localidad el 7 de febrero de 1655, con Juana de Gálvez del Águila, nacida en 1633. Fueron padres de:
         Alonso Alarcón y Gálvez, natural de El Borge, donde fue bautizado el 10 de agosto de 1659; contrajo matrimonio el 4 de agosto de 1687 en la Iglesia de Santiago de Málaga; con Lucía Pérez de Alarcón, nacida el 3 de diciembre de 1665. Alonso Alarcón fallecería en Málaga el 31 de mayo de 1738, a los 79 años de edad; y su mujer en la misma ciudad el 6 de febrero de 1746 con 80 años de edad.
         Fueron los hijos de estos:
         → Joseph Alarcón y Pérez, nacido el 27 de mayo de 1688.
         → Alonso Alarcón y Pérez, nacido el 2 de marzo de 1697, continuador.
         → Isabel Fausta Alarcón y Pérez, nacida el 2 de marzo de 1703.
         → Juan Clemente Alarcón y Pérez, nacido el 17 de diciembre de 1703.
         → Thomasa Eufrasia Alarcón y Pérez, nacida el 29 de junio de 1706.



         El segundo de estos hermanos, Alonso Alarcón y Pérez, fuel continuador de le línea familiar; nacido en Málaga y allí bautizado el 10 de marzo de 1697, en la Iglesia de Santiago. Contrajo matrimonio con Teresa Parrado Ruiz, nacida el 27 de abril de 1716 en Málaga, y bautizada en la Iglesia de Santiago. Fueron hijos de estos:

         → Francisco de Paula Alarcón Parrado, nacido el 24 de septiembre de 1736 en Málaga.
         → Ana Teresa Alarcón Parrado, nacida el 9 de febrero de 1739 en Málaga.
         Cristóbal Alarcón Parrado, nacido el 29 de agosto de 1741, y bautizado el 4 de septiembre siguiente en la Iglesia de Santiago (libro 43 de bautismos, folio 110). Fallecido el 19 de noviembre de 1792 a los 51 años. Casado el 19 de septiembre de 1775 en la Iglesia de Santiago de Málaga (libro 16 de matrimonios, folio 87v); con Cristobalina de Messa y del Rio. A estos solo se les conoce un hijo, llamado Cristóbal Alarcón de Messa.
         Este Cristóbal Alarcón de Messa, nacido el 5 de mayo de 1787 y bautizado el mismo día en la Iglesia de San Juan de Málaga (Parroquia de San Juan, Málaga; libro 37, folio 150).
         Personaje de importante relevancia social, que ya en 1837 es poseedor de bodegas y exporta sus vinos al extranjero. Se conservan las etiquetas de las botellas de vino a nombre de su hijo Fermín de Alarcón. Así mismo, ante el Notario Don Miguel Cano, Protocolos números 4131 y 4132, en el Archivo H.P. de Málaga, arrienda fincas en Alora y en la Vega de Sedella, Partido de Cártama, al tío carnal de su mujer Don Rodrigo de Salcedo y Viana de Cárdenas, Maestrante de Ronda.
         Perteneció a la Cofradía de los Servitas, a quien estuvo muy vinculado llegando a ser Prior de la misma. Se conserva su devocionario con los escudos Alarcón, Parrado y Messa, hoy en poder de su tataranieto don Sebastián Souvirón.



         Los orígenes de don Fermín Luján de la Vega.
         Para alejarnos de las interpretaciones genéricas que suelen hacer los libros de genealogías, en el estudio de esta línea familiar me he centrado en la documentación existente en el expediente militar de don Fermín Luján de la vega, en el que pude encontrar su expediente matrimonial.

        Don Fermín Luján Mauro, Sargento mayor del Regimiento de Infantería de Guadalajara, era natural de “Longo” en Italia, de donde también era su esposa doña Isabel de la Vega Puig; los cuales encontrándose en Pamplona fueron padres de:
         Mariano Fermín Manuel Benito Luján de la Vega, bautizado el 13 de septiembre de 1755 en la Parroquia de San Juan bautista de aquella ciudad.
         Don Fermín Luján de la Vega también siguió la carrera militar y con 29 años ya era Capitán Graduado de la Compañía de Granaderos en el Regimiento de Infantería de la Princesa, establecido en el Campo de San Roque, Cádiz, desde donde, en diciembre de 1783, ya fallecido su padre, solicitó de su madre, que residía en Madrid, licencia para contraer matrimonio con doña Josefa Salcedo Cárdenas, una chica de 26 años bautizada en Cártama el 23 de agosto de 1758, descendiente de una de las más notables familias locales.


         Los orígenes de doña Josefa Salcedo Cárdenas.
         Pero la muchacha además de la licencia paterna, también necesitó que el padre acreditase su varonía y ascendencia noble, lo que no le resultó difícil ya que su familia reunía importantes méritos para el país, algo entonces muy valorado.
         Doña Josefa Salcedo y Cárdenas era hija de la segunda esposa de su padre, doña Antonia Cárdenas Valenzuela, con la que contrajo matrimonio en la parroquia de Los Mártires, de Málaga, el 17 de marzo de 1752; pero de su primera esposa, doña Antonia Quintana Avela Dávalos, tenía tres hermanos más, llamados: Antonio, Miguel y María Inés. Curiosamente Miguel Salcedo Quintana, era por aquellas fechas Teniente Coronel Graduado Capitán de Cazadores del regimiento Provincial de Milicias de Málaga y Caballero del Hábito de la militar Orden de Calatrava desde 1783, encontrándose también destinado en San Roque, es quien solicita del Escribano de Cabildo de Cártama que pase a casa de su padre para que, acompañado de dos miembros de la Corporación Municipal, revise los archivos familiares y extraiga copias certificadas de los documentos que acrediten la genealogía familiar.

         Era el padre de la muchacha don Antonio Salcedo Gálvez, nacido en Cártama en 1715, tenido por “caballero hijodalgo” en el catastro de Cártama del año 1769.
         Este era hijo de don Miguel Salcedo Figueroa, nacido en Cártama en 1694; y de doña Inés Gálvez Andrade y Sotomayor, también nacida en Cártama en 1686, también “Caballero hijodalgo”.        
         A su vez estos eran hijos: él, de don Antonio Salcedo Romero y Salas, que fue recibido por “caballero hijodalgo” en Cártama el 10 de julio de 1710, y de doña Elvira de Figueroa, ambos naturales y vecinos de Cártama; y ella, de don Francisco de Gálvez y Andrade, natural de Málaga, Capitán de Milicias de la Ciudad, y de doña Catalina de Andrade y Sotomayor, natural de Cártama.

         La madre de la muchacha, doña Antonia de Viana-Cárdenas Valenzuela y Garibatia, también era descendiente de una notable familia; hija de don Francisco Viana-Cárdenas Tamayo, nacido en Málaga en 1689, familia de regidores de la ciudad y caballeros de la Orden de Calatrava.




         Doña Josefa Salcedo y Cárdenas fue bautizada en la parroquia de Cártama el 23 de agosto de 1758.
         Para ayudar a su hija en las cargas del matrimonio, don Antonio Salcedo otorga una dote de 60.000 reales, entre dineros, tierras y una casa principal en la plaza de Cártama.
         Esta casa que serviría de residencia al matrimonio, se encontraba en la esquina de esta plaza con la calle de la Cárcel (hoy, calle Calvo Sotelo), Y aunque no se ha podido encontrar aun el documento que lo certifique, es muy posible que en esta casa naciese la hija de estos, doña Teresa Luján Salcedo, que sí consta como natural de Cártama; la cual contraería matrimonio con don Cristóbal Alarcón de Messa, anteriormente citado, de cuya unión nacería toda la saga de los Alarcón Luján, en total catorce hijos con estos apellidos.