Por increíble que parezca, aun hoy día
hay ocasiones en que es necesario explicar la importancia de un hallazgo
arqueológico. Y la mejor oportunidad para hacerlo es hablar de la escultura de
la diosa Ceres de Cártama.
La primera interpretación que se puede
hacer del estudio de semejante hallazgo es la de que se trataba de un culto
bastante arraigado en nuestras tierras; el cual tiene su origen en la adoración
a su homóloga, la Deméter griega.
Los romanos adoptaron la adoración de
Ceres durante la hambruna del 496 a d C., de su equivalente griega, ya que,
para los griegos representaba la tierra fértil lista para la siembra.
Ceres o Deméter, era hija de Rea y
Crono, que la tragó y luego la regurgitó. Esposa de su hermano Zeus, con el que
tuvo a Perséfone. Con Posidón tuvo al caballo Arión; y con Lasión a Pluto.
Cuando su hija Perséfone fue raptada,
Deméter la escuchó gritar y recorrió la tierra buscándola, vestida de luto y
alumbrándose con dos antorchas, durante nueve días y nueve noches, sin
descanso, sin comer y sin bañarse. Su raptor, Hades, bajó a Perséfone al
infierno, donde la engañó para que comiese un grano de granada, y de esta
forma, como según la mitología quien come en el infierno ya no puede salir de
él, consiguió asegurarse de que no saldría de allí.
Pero como Zeus vio que Deméter sufría
por la falta de su hija, hizo un acuerdo con Hades para que Perséfone pasase
bajo tierra un tercio del año y el resto en el Olimpo con su madre y los otros
dioses.
Cuando por fin se reunieron madre e
hija, fue tanta la alegría que Deméter hizo que los campos fuesen fértiles
mientras se encontraban juntas, pero cunado Perséfone bajaba a los infiernos,
se sentía tan sola que el hielo y el frio se apoderaban de la tierra.
Esta no es más que una de las muchas
leyendas de las que se componen la mitología griega; que hoy nos puede parecer
demasiado fantasiosa, pero en su época fue suficiente para que fuese la patrona
de Enna, en Sicilia; que conmemoraban anualmente la salida de Ceres en busca de
su hija, recorriendo por las noches calles y campos en una especie de romería
en la que los participantes portaban antorchas y daban gritos llamando a
Perséfone.
Atenas tenía dos fiestas solemnes en
honor a Deméter: una llamada Eleusinia y otra Tesmoforia; en las que se
sacrificaban cerdos debido a los daños que causaban en los frutos de la tierra,
y se hacían libaciones de vino dulce.
En otros lugares Ceres era horada y
festejada en el mes de mayo en las fiestas llamadas de Ambarvalia, con
procesiones en las que las mujeres vestían ropas blancas propias de los
hombres, mientras estos quedaban como meros espectadores; y para que la
festividad fuese agradable a Ceres no podían asistir a ella nadie que estuviese
de luto.
Existieron cultos similares en muchos
más lugares, pero siempre dedicados a la fertilidad que Ceres concede a la
tierra, de donde derivó el nombre de “cereal”.
Es difícil el saber con exactitud cuál
era el ritual que se practicaba en Cártama para esta celebración, pero la sola
existencia de la escultura deja claro que alguno se celebraba. Si tenemos en
cuenta que la escultura no está tallada por la espalda podemos interpretar que
se encontraba adosada a un muro, que, por la calidad y perfección de la misma,
sólo podía ser un templo o un edificio céntrico de significada importancia. En
cualquier caso, tras estudiar el terreno donde se produjo el hallazgo, no pudo
ser aquel el lugar original, ya que no se han encontrado restos de la
suficiente potencia como para que los albergasen, así que en algún momento
debió haber sido traslada allí desde otro lugar, que fácilmente pudo haber sido
la ciudad de Cartima, teniendo en cuenta los restos encontrados y que otros
similares se encuentran bastante lejos.
La tradición se celebraría de forma
oficial hasta que, en el concilio de Nicea en el 325, Constantino I El Grande,
declarara religión oficial del imperio el cristianismo, pero como las
tradiciones son difíciles de desarraigar del pueblo, esta se seguiría
celebrando al menos hasta el reinado de Teodosio I, que falleció en el 395.
Como quiera que fuese, la pieza ha
permanecido enterrada más de mil seiscientos años; hasta que, en 1929, durante
los trabajos de recopilar piedras para fabricar paredes, Miguel García Pérez y
su suegro Alejo García Cerón, junto con otros trabajadores contratados, la
encontraron por casualidad.
En un principio no le apreciaron nada
especial, al encontrarse boca abajo y enterrada la mayor parte de ella, incluso
desayunaron aquella mañana sentados sobre la piedra. Pero al decidirse a
extraerla de la tierra para fragmentarla y utilizarla se dieron cuenta que
ocultaba una hermosa talla.
Miguel García Pérez había nacido en
Alhaurín el Grande en 1901, hijo de don Francisco García Villasana y de doña Rosalía Pérez Sánchez, una de las más notables familias de la vecina
localidad; el señor García Villasana era súbdito de la ciudad de Nueva York,
terrateniente, empresario y además gozaba del privilegio de ser “Caballero
Cubierto ante el Rey”; lo cual nos da una idea del nivel social y cultural de
esta familia. Josefa García Cordero había nacido en 1905, también en Alhaurín
el Grande, hija doña Isabel Cordero Rueda y de don Alejo García Cerón, el cual
fue en 1914 heredero junto a sus hermanos de una finca de más de 17 fanegas de
tierra en el partido de Fahala, que pasó a ser conocida como “Finca de los
Alejo”.
En 1929, cuando aún eran novios Miguel
García Pérez y Josefa García Cordero, Miguel fue a trabajar junto a su suegro
Alejo, en un pozo de nueva construcción en el lugar conocido como “haza de la
calera”, junto a la “loma del negrillo”, que, para los que no conozcan el
terreno, se encuentra a espaldas del actual restaurante Los Cabales, en la
carretera de Cártama a Coín. Junto a otros trabajadores se encontraban sacando
piedras para construir la casilla del pozo cuando encontraron una que podría
serles útil; a simple vista no se observaba nada especial más que una simple
piedra, que al estar semienterrada era necesario extraerla de la tierra para
que pudiese ser manejada, y con esta intención los hombres clavaron en tierra
sus barras de hierro para extraerla, con la gran sorpresa al darle la vuelta y
salir de la tierra la parte que se encontraba enterrada, de que se trataba de
una bella escultura de la cara de una mujer, pero con la mala suerte de que una
de las barras hiciese fuerza entre la nariz y el labio superior, causando su
rotura en esta zona.
En aquel momento podrían haberla hecho
trozos para con ellos construir un buen trozo de pared, y con esto fin de la
historia; pero Alejo, el suegro de Miguel, hombre con unos conocimientos y
cultura heredada de su padre, supo valorar el hallazgo y mandó traer del
cortijo una carreta, a la que con gran trabajo entre todos la cargaron y trasportaron
a la finca, a unos cinco kilómetros aproximadamente, donde fue colocada junto a
la puerta de entrada, lugar donde nadie pudiese llevársela, reservada de golpes
y poder ser vista y disfrutada, como se aprecia en la foto.
Miguel García Pérez y Josefa García Cordero
contraerían matrimonio el 28 de mayo de 1930 y con el tiempo tomarían posesión
de la finca, incluida la escultura. Con los años llego a ser conocida la
existencia de la pieza, hasta que llegó a oídos del artista cartameño, don José
González Marín, que según cuenta en sus escritos el hijo de este matrimonio,
don Francisco García García, en varias ocasiones intentaría hacerse con ella,
pero siempre se opuso su padre a que se la llevase.
Pero llegó la guerra civil española y
con ella sucesos muy dramáticos para los españoles. Miguel García Pérez
fallecería el 30 de octubre de 1938 con 37 años, a causa de una enfermedad
crónica contraída a consecuencia de haber tenido que trasladar los cadáveres de
personas ejecutadas y expuestas a la intemperie varios días, con lo cual Josefa
García Cordero quedó viuda y con dos hijos pequeños; a esto había que añadir
que un hermano de Josefa falleció en el frente y nunca pudo ser localizado su
cuerpo, ni tan siquiera pudieron saber con seguridad si fue en el frente del
Ebro o en el de Guadarrama; y otro de sus hermanos regresó de la guerra
habiendo perdido un dedo.
Al igual que ocurriese a miles de
familias españolas por aquellos años, la perspectiva de una dura posguerra, con
escaseces y lutos no eran nada esperanzadoras, con lo cual, cuando un día de
1939 llegó una carreta al cortijo de los Alejo, con el encargo de que tenía que
llevar “la muñeca” a casa de don José González Marín, Josefa no se negó a ello,
porque en aquellos momentos eran otras sus prioridades.
De esta forma, pasaría la escultura
diez años en casa del artista, hasta que, en 1949 le es entregada al
exgobernador Civil de Málaga, don José Luis Arrese Magra; el cual, según la
biografía que de él recoge wikipedia, para este año ya no sólo no era
Gobernador de nuestra provincia, sino que: “en
el verano de 1945, con la derrota de la Alemania nazi, Franco realizó numerosos
cambios en la administración y el gobierno: muchos falangistas germanófilos
perdieron sus puestos y desaparecieron de la escena política. Este fue el caso
de Arrese, que fue cesado en la jefatura del partido único y salió del
Gobierno. Tras su destitución, Franco no nombró sucesor y el cargo de
secretario general quedó vacante. Pasó varios años en el ostracismo político,
sin ocupar ningún cargo de importancia.”
A la colección personal de este señor
ha pertenecido desde entonces, y en 1970 adquiere un edificio
conventual en su localidad natal de Corella, donde inaugura su museo en 1973, en
el que se expone nuestra Ceres, además de otras piezas arqueológicas de
distintas procedencias y gran número de obras de arte.
En 1956 el profesor José María
Blázquez Martínez, catedrático emérito de Historia
Antigua y académico numerario de la Real Academia de la Historia, en un trabajo
publicado en la revista “Antigua. Historia y Arqueología de las
civilizaciones”; tras comparar la talla a otras, dentro y fuera de la
península, llega a la conclusión que pertenece al periodo del emperador Adriano
(76 d. C. – 138 d. C.), sucesor de Trajano, ambos de origen hispano y fue
tallada en Argel. Concretamente es de fecha posterior al año 129, según nos
dice este autor, por la tipología de la talla del ojo; lo cual nos permite
fechar aún mejor la escultura para poder afirmar que entre el 129 d. C. y el
138 d. D. fue tallada en Argel y trasladada a Cártama, como diosa de la
agricultura, junto a la que se celebraría la
festividad romana de Háloa; fiesta de origen heleno en la que se venera a la
diosa Ceres en su manifestación de campo labrado preparado para la siembra.
De pertenecer a una
escultura de cuerpo entero, teniendo en cuenta la proporción del rostro, debió
tener una altura de 3,80 metros; aunque no es posible comprobar si se
encontraba de pie o entronizada (sedente, como las famosas matronas también encontradas
en Cártama), al igual que su hermana que le sigue en importancia y calidad, que
se encuentra en el Museo Arqueológico de Mérida y de similares características
en el trabajo del tallado, pero aquella formaría parte del “Frerte escénico del
Teatro”.
Termina su estudio el profesor José
María Blázquez, afirmando que la cabeza de Ceres de la colección Arrese
“honraría cualquier museo del mundo” ya que “es la mejor, dentro de su clase,
de las halladas hasta ahora en España.
Gracias Fernando
ResponderEliminarFernando Bravo miente como un bellaco en la versión que hace de como obtuvo González Marín la estatua que le fue regalada por la familia Alejoy la expuso a la vista de todo el pueblo y cómo el exgobernador Arrese le coaccionó para que se la entregase ya que esa pieza arqueológica no podía tenerla un particular. Yo, con el Chio carretero de mi casa fuimos en nuestra carreta por ella y también estuve delante cuando Arrese le coaccionó a entregársela. González Marín vivia de su trabajo como actor recitador y no podía exponer su profesión ante una autoridad de tal dimensión que con una sola palabra a los empresarios arruinaba la carrera de González Marín. A ver si alguna vez echa verguenza torera el amanuense del PSOE, Fernando Bravo.
ResponderEliminarEs más: Arrese encargó a un subordinado suyo que preguntara a la gente del pueblo en la esquina de contratación de trabajo si le importaba a los cartameños que se llevara la estatua y, la unánime contestación fue que no les importaba pues otras estaban en las esquina de las calles para que las carretas no afectaran a las casas.
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